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Diario del Festival » ZABALTEGI-NUEVOS DIRECTORES
Sobrevivir en el barrio
EL TRUCO DEL MANCO
Domingo, 21 de septiembre de 2008

Lo primero que llama la aten­ción de El truco del manco es la naturalidad y la frescura de la mayoría de sus intérpretes, seguramente porque no tienen que hacer un gran esfuerzo pa­ra imaginarse las situaciones que deben representar. La pe­lícula muestra un barrio duro, lleno de yonquis, traficantes y manguis, pero también de gen­te que pelea para salir adelan­te, gente con ilusiones y pro­yectos. Con estos elementos se podría haber construido una historia de superación con final feliz, pero el debutante Santia­go Zannou esquiva hábilmente todos los riesgos y no escatima recursos para mostrar lo jodi­do que es vivir en determina­das zonas de algunas ciudades, aunque la amistad y la solida­ridad siempre pueden ayudar a sobrellevar mejor las miserias y los problemas.

Hay gente a la que se le me­te una idea en la cabeza, un pro­yecto, y no para hasta que lo consigue. El protagonista de esta película, El Cuajo, excelente-mente interpretado por Juan Manuel Montilla “El Langui”, es de esa especie, alguien que, a pe­sar de no contar con medios, se empeña en montar un estudio musical donde poder grabar la música que le gusta. Para poder conseguir su sueño él y su colega se tendrán que meter en mil trapicheos y negocios no muy claros, todo ello en un ambiente que, aunque sea el que se ha pa­teado desde crío, siempre es pe­ligroso, un ambiente, por otra parte, que invita constantemen­te a la huida, y la huida más sen­cilla es para muchos el chute de jaco o el chino de coca.

En muchas ocasiones cos­taba creerse las historias de drogas, yonquis y camellos hechas por aquí, pero con esta película ocurre lo contrario, uno se cree todo desde que los perso­najes abren la boca. Hay lógica en su forma de hablar y de mo­verse, en sus trapicheos, en su actitud hacia la vida, en su lucha por la supervivencia. Todo es ve­rosímil, incluido el papel reden­tor de la música, pero también es absolutamente creíble la vio­lencia que persigue a estos per­sonajes, unos personajes que se rebelan ante la condena que pa­rece haberles impuesto el des­tino. Al ver historias como El tru­co del manco uno se acuerda de datos y estadísticas como los que muestran la diferencia de la esperanza de vida en barrios de Madrid separados por muy po­cos kilómetros. Y en el barrio que nos muestra de forma tan pre­cisa Santiago Zannou no parece que la esperanza de vida sea de las más altas.
M.B.

 

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