Hay un destello de sorpresa en la expresión de Gloria cuando oye a Rodolfo confesar, no sin reticencias y con cierto misterio, que sí, que fue marino y que después siguió haciendo negocios con los militares, aunque ahora tiene un parque de atracciones con pintball y tirolinas. Y claro, los hijos de Gloria se miran y hacen sus cálculos, porque Rodolfo andará por los 65, y si fue marino, anduvo. De fondo se oyen las protestas de los estudiantes chilenos que han tomado las calles y protestan porque parece que sí, que la dictadura ya pasó, que Chile es otro país, pero que es como si todavía siguieran los mismos, que no se limpió todo.

Gloria no lo esperaba, pero está tan emocionada con este hombre galante, amable y sensible que le ha hecho sentirse mujer deseada, y como sabe que puede ser su última oportunidad para no sentirse tan sola como se siente ahora, tan sola, con un hijo que es padre primerizo y que no tiene tiempo para dedicarse a su gran afición, el violín, y una hija embarazada que se va a Suecia a empezar una nueva vida, tan sola, Gloria, que no se da cuenta que Rodolfo no puede ni quiere romper totalmente con su antigua vida, a pesar de que insiste en que sí, que es otra persona, que quiere ser para Gloria como en el poema, “si tú eres fruta, yo soy árbol/ si tú eres mermelada, yo soy pan/ si tú eres mar, yo soy pez”, un hombre tan amable, tan atento, que Gloria decide darle una segunda oportunidad cuando desaparece sin dejar rastro, sin dar explicaciones.

A.B.