Una nueva muestra del talento del jovencísimo realizador canadiense Xavier Dolan,(J’ai tué ma mère, 1998) es esta intensísima comedia dramática cuya acción gira en torno a tres personajes magníficamente interpretados por Antoine-Olivier Pilon (Steve), Anne Dorval (la madre de Steve) y Suzanne Clément (la vecina Kyla).

Steve es un adolescente enfermo, padece un profundo trastorno afectivo, sufre constantes cambios de humor y es hiperactivo. Tiene la enfermedad de ADHD y no hay manera de controlarlo. De las caricias pasa a los golpes, de la risa al llanto o a los gritos, de la felicidad a la amargura. Su madre, una joven viuda que lucha por ganarse la vida, se desespera en su afán por controlar los ataques de su hijo y sus radicales cambios de estado de ánimo. Vive asfixiada por la dependencia que le crea el hijo, pues no lo puede dejar solo ni un segundo. Y es que Steve es muy intenso, funciona como una montaña rusa incontrolable. Madre e hijo encuentran consuelo cuando conocen a su vecina Kyla, una mujer sensibilizada con la enfermedad de Steve, con quien llegará a tener una conexión especial.

Filmada de manera muy original, utiliza una pantalla vertical que amplía el cuadro un par de veces para volverlo a estrechar, y una acertada banda sonora. Es un placer escuchar la maravillosa “Wonderwall” de los británicos Oasis mientras acompañamos al trío protagonista en una de las múltiples escenas con las que Dolan consigue emocionarnos.

La cámara se mueve mucho, pero también se sabe detener. De hecho, baila al ritmo de los personajes, es brusca en los momentos tensos y relajada en las escenas en que Steve está calmado. A.M.